Desmontando a Kapuscinski

Que un redactor consiga que recuerden su nombre es un trabajo que lleva años de buen hacer periodístico y que no siempre se consigue. ¿Recuerda usted el nombre del periodista que realizó el reportaje sobre los niños sicarios en Colombia? ¿O quién era Jose Luis López De Lacalle? Seguramente no. Por eso, que se celebre un seminario con el nombre de un periodista siempre le da a uno que pensar. Por pensar que, por fuerza, ese profesional debe ser bueno. 

Los pasados días 5 y 6 de mayo de 2010 se celebró en la UMH de Elche el II Seminario Internacional Ryszard Kapuscinski, con la (breve) presencia del Dr. Santiago Fernández Ardanaz, vicedecano del área de Periodismo de la UMH; el Dr. José Luis González Esteban, director del Seminario; la Dra. Agnieszka Flisek, profesora de la Universidad de Varsovia y secretaria de Ryszard Kapuscinski entre 2003 y 2007; el Dr. Rubén Darío Torres, politólogo y profesor de la UNED; D. Agustín Vico, periodista especialista en Kapuscinski; la Dra. Malgorzata Kolankowska, hispanista, periodista y profesora en la WSF; y el Dr. Jędrzej Morawiecki, reportero y profesor de Periodismo en la Universidad de Wroclaw.

La aproximación a la persona que hay detrás de la pluma, la antropología de la comunicación, resulta estimulante y compleja. Tratar de comprender lo que un mismo texto puede significar para varias personas -con una formación más que digna y una capacidad crítica demostrada- es un ejercicio saludable y enriquecedor. Si la persona de la que se habla es Ryszard Kapuscinski, uno advierte enseguida que el Príncipe de Asturias de Comunicación conseguía dotar a sus textos de varios niveles de interpretación, que conseguía decir más de lo que decía.

El II Seminario Internacional Ryszard Kapuscinski giraba en torno a la figura de este escritor a partir de una de sus obras más destacadas (si no lo son todas), El Emperador, obra en la que ya indagamos de forma sucinta en esta entrada. Este libro de Kapuscinski retrata la caída de un tirano, Haile Salassie, pero nos habla de algo más, nos habla de crueldad, de nepotismo, de corrupción política… de la naturaleza humana, al fin y al cabo.

Por eso nos resulta tan familiar lo que nos cuenta Kapuscinski en el El Emperador, porque esa misma historia se repite en distintos lugares con otros protagonistas, con otros matices, pero con igual resultado. Porque el periodista polaco, a lo largo de las páginas de El Emperador, nos retrata a nosotros mismos con nuestras miserias y nuestras contradicciones. Porque él mismo sentía que las escenas bélicas y los abusos presenciados en Etiopía en 1975, ya los había vivido en anteriores conflictos.

Pero hablar de El Emperador significa también, además de las distintas interpretaciones políticas o humanas, hablar del estilo del escritor. Kapuscinski pulía cada frase y trabajaba durante meses el estilo narrativo, la palabra misma tenía un gran valor para este escritor polaco. Es cierto que se salta todas las normas del reportaje, es cierto que el resultado final de su obra, por ello, resulta inclasificable, pero es Kapuscinski y puede hacerlo. El fin justifica los medios.

Porque El Emperador «no es un reportaje que nos relata la caída de un tirano como una concatenación de hechos, es un canto grupal de los cortesanos que lamentan la monarquía caida», asegura Agnieszka Flisek en su ponencia. Y tiene razón. La estructura elegida por el autor para narrar su relato, desproviendo a esas voces de un nombre -supuestamente para que no se le reconozca, aunque cuenta con todo detalle su función en Palacio- es, sencillamente magistral, y conforma un retrato del dictador, y de la vida en Etiopía, extremadamente detallada.

Kapuscinski aseguraba además, que El Emperador no es el retrato del dictador Haile Selassie, sino de los hombres de la corte que hacen surgir la dictadura, la crean y luego la perfeccionan; sobre  los mecanismos del poder dictatorial y sobre el modo en que los individuos participan en ese poder, como ese poder los desmoraliza, los deprava, los desvirtúa, los deforma. El autor no se queda satisfecho con el mero registro de los hechos, quiere también transmitir una atmósfera o una reflexión y basándose en un barroquismo caduco lo consigue; difuminándose entre las voces registradas y convirtiéndose en una mero recopilador de esas voces.

También se desprende de la lectura de esta obra que occidente no es inocente en la ascensión y perpetuación de los regímenes autocráticos en África. El autor nos lo sugiere en varios pasajes de El Emperador, aunque no sea el tema central de la obra. Kapuscinski nos da a entender que occidente veía en Selassie un mal menor y hasta un dirigente exótico y progresista porque sustituía el linchamiento popular por el fusilamiento… cualquier excusa es buena para no perjudicar los propios intereses. Las mismas historias se repiten en distintos lugares con diferentes nombres.

Las interpretaciones e impresiones que nos transmite El Emperador, al fin y al cabo, son múltiples. La capacidad de dotar a los testimonios del otro de la universalidad, la cercanía y la multiplicidad de significados que Kapuscinski consigue en esta obra, sólo está al alcance de unos pocos elegidos. Pero si hay algo que se repite una y otra vez cuando se habla de este maestro es la frase: «yo descubrí a Kapuscinski porque me lo recomendó un amigo». Porque una vez descubierto, uno quiere que sus allegados descubran lo que el periodista polaco esconde entre sus líneas: su manejo del lenguaje, su estilo inconfundible, su sentido del ritmo; la visión del mundo de una persona que se acercó a sus semejantes con una capacidad empática y una honestidad brutales.

Archivos relacionados:

Audio de la apertura del seminario y las ponencias de Agnieszka Flisek y Rubén Darío Torres

Audio de la intervención de Agustín Vico

Video de la ponencia de Agnieszka Flisek (fragmento)

Video de la ponencia de Rubén Darío Torres (fragmento)

Video de la ponencia de Agustín Vico (fragmento)

 

Desmontando a Kapuscinski II

En el II Seminario Internacional Ryszard Kapuscinski, los asistentes, entre los que me incluía, escuchábamos atentos las presentaciones de los ponentes. El día anterior se había debatido sobre la legitimidad de la biografía del Más Grande Maestro, escrita por aquel supuesto amigo. Las interpretaciones multidisciplinares de El Emperador se sucedían una tras otra. Hoy le tocaba el turno a los dos últimos asistentes.

 M. K.: 

El Emperador del reportaje no apareció de la nada, por supuesto, tiene una historia detrás, como todo el mundo. Al igual que el reportaje, cuyos orígenes se remontan a la antigua Roma. Los orígenes del reportaje en el país natal del Gran Maestro tiene nombres propios como Arkady Fiedler, que escribía sobre países exóticos y cuyos textos evocaban a los cuentos de hadas, escribiendo sobre Canadá o Madagascar; Alexander Janta-Polczynski, terriblemente fiel al género del reportaje puro; Krzysztof Kakolewski, que escribía severamente, casi en exclusiva, sobre la II Guerra Mundial; Kazimierz Dziewanowski, que se acerca más al lenguaje literario y aúna el humor con el escepticismo; Hanna Krall, que desarrolló sus reportajes en torno al Holocausto; Ksawery Pruszynski, que escribió el libro En la España Roja, ya que fue corresponsal en España duranta la Guerra Civil; y sobre todo, el padre del reportaje polaco, Melchior Wankowicz, que escribió varios títulos sobre reporterismo.   

Todo depende del punto de vista con el que se miren las cosas, y como decía Wankovicz, «Escribir un reportaje es como hacer un mosaico, no se puede pintar ninguna pieza, cada una hay que encontrarla en su propio color”. «No se puede añadir nada, un reportero es como un escritor realista o naturalista». 

La historia del reporterismo en Polonia  se desarrolla después de la segunda guerra mundial. Es entre 1945 y 1989 cuando surgen los reporteros viajeros. Son reporteros nacidos entre los años 30-40 del siglo XX y que forman un gran grupo entre los que se encuentra Su Excelentísima figura. También encontramos otro grupo de reporteros nacidos entre en los años 50-60 y reunidos en la Gazeta Wyborcza.  

Su Más Extraordinaria Majestad refleja su filosofía y sus ideas más importantes en su libro El Encuentro con el Otro. Ahí La Gran Figura subraya la importancia de tratar a quien entrevistas e intentas conocer con respeto, responsabilidad y empatía. Hay que meterse en el mundo del otro, oler lo que él huele, ver, lo que ve, sufrir, incluso, lo que el otro sufre. El Gran Maestro llegó a sufrir malaria cerebral llevando su filosofía a la práctica. Nuestro Señor bajaba de su caballo de conquistador y se ponía a la altura del otro.

En la época anterior a la transición polaca no se podía escribir con libertad. Gazetta Wyborcza fue un medio fundamental en ese proceso y Su Venerable Majestad Elegido de Dios, uno de los precursores del reportaje más literario, mientras que Hanna Krall, coétanea y compañera del Gran Maestro, abogaba por una línea más estricta del reportaje.  

J. M.:

Cuando mis amigos se enteraron de que había sido invitado a un seminario sobre El Más grande periodista me pidieron que fuera embajador de Polonia y de el Más Grande Reportero. No quiero ser un desmitificador, no quiero derrumbar el monumento de su figura. El reporterismo de Su Majestad se aleja diametralmente de los estándares ofrecidos, por poner un ejemplo, en la BBC. La forma de tratar el reportaje de El Gran Maestro, podríamos definirla como más subjetiva.  

Desconozco los pormenores de la vida de su Augusta Majestad, pero sí conozco su obra, los fundamentos del reporterismo, de un hombre generador de temas tópicos.  Yo prefiero centrarme en el debate que atañe a la literatura non fiction, no sólo del reportaje, sino en un contexto más amplio. Cuando los reporteros como yo hablamos del Gran Maestro, surge enseguida un elemento de admiración. Cuando se quiere analizar de algunas de sus obras, enseguida uno siente la necesidad de no pronunciarse honestamente por miedo a ser tachado de envidioso o frustrado. La crítica negativa hacia la obra de El Más Extraordinario Señor nunca ha sido expresada de una manera directa.

Mi visión de Rusia, por poner un ejemplo, se ha forjado a través de los textos del Gran Maestro, y siempre he estado enamorado de su forma de tratar la información y la comunicación. Su excelentísima Majestad era muy importante, un referente para aprender a escribir. Eso no quiere decir que El Magnánimo Señor haya sido mi maestro, ni el de los demás reporteros que lo han tenido como referente. El maestro de un reportero es el jefe de su sección, sus colegas,  nunca el referente o el ejemplo a seguir. Aunque El Gran Maestro siempre está presente de alguna manera.  

El Emperador es una obra maestra en lo referente al estilo. una obra que tiene una fuerte influencia del autor, de sí mismo en cada frase. Pero eso no es malo. Al contrario, es un ejemplo, un modelo a seguir. Es curioso comprobar como cuando se visitan aquellos lugares que Su Majestad describe en sus textos, uno se encuentra exactamente con lo descrito por él. Su cuidado por el detalle es asombroso. Sus textos son muy plásticos, sensibles; son textos donde se reflejan las atmósferas, los detalles y la verdad contrastable de una manera magistral.Se suele tachar a Su Excelencia de ser un hechicero del reportaje. Aquí es donde debemos preguntarnos si ese es el camino para narrar los hechos, si crear un cuanto de hadas lleno de plasticidad y belleza es la ruta más acertada. Su venerable Majestad nos llevaba por esos caminos, llenos de peligros en muchas ocasiones, venciendo sus miedos para mostrarnos aquellas realidades que él conocía y transitaba de la mano del otro. Que nos mostraba con una sensibilidad que no encontramos a menudo.  

Las ideas iban resonando una y otra vez en mi cabeza. Los pendientes fulgurantes de M.K. se movían pendulando sin descanso, hipnóticos. Muchas preguntas quedaban sin respuesta y cada respuesta llevaba a varias preguntas. Como un mago, un prestidigitador del reportaje, Su Majestad nos dejaba su legado como el mejor testigo de su vida. El mejor ejemplo a seguir. La disección de la naturaleza humana. El reflejo de nosotros mismos.

Archivos relacionados:   

Audio de Malgorzata Kolankowska  

Audio de Jedrzej Morawiecki

Video de la intervención de Malgorzata Kolankowska (fragmento)

Video de la intervención de Jedrzej Morawiecki (fragmento)

Presentación de la Dra. Malgorzata Kolankowska

El último emperador

28 May 2010 1 comentario

Con objeto de realizar un breve acercamiento a El Emperador de Ryszard Kapuscinski, puede ser acertado dar primero un rodeo para intentar aproximarnos –sólo un paso- a la naturaleza humana, tema principal de la obra del periodista polaco. Para ello, podrían ser reveladores los experimentos llevados a cabo en 1961 por Stanley Milgram en los que se concluía que personas normales y corrientes pueden actuar con una crueldad extrema si se ejerce sobre ellos la autoridad suficiente. Los sujetos estudiados en el experimento Milgram eran capaces de someter a sus semejantes a descargas eléctricas extremas, cuando una figura autoritaria se lo ordenaba.

En esa línea, también resulta muy esclarecedor el experimento de la cárcel de Stanford realizado por Philip G. Zimbardo diez años después en la Universidad de Stanford. En este estudio veinticuatro jóvenes fueron seleccionados para asumir roles de guardias y prisioneros (doce en cada grupo), con la finalidad de estudiar las reacciones y comportamientos de cada uno de ellos. Tras seis días (ocho antes de lo previsto) el experimento fue cancelado debido a los abusos que los “guardias” ejercían sobre los “prisioneros”.

Ambos estudios intentan encontrar la explicación a la maldad, a la crueldad humana, y a como los factores externos pueden determinar las acciones que llevamos a cabo –o la inacción-, ante hechos moralmente cuestionables o crueles. Las aproximaciones psicológicas resultan interesantes, pero más allá de la psicología, nos encontramos con la interpretación que Kapuscinski realiza sobre este hecho principal: la crueldad.

Porque El Emperador posee la capacidad de, hablando de los hechos concretos que el periodista vivió y escuchó en torno a Haile Selassie, el último emperador de Etiopía, evocar otros momentos y otras personas, otros hechos similares que podrían estar ahí, entre líneas. Quizá en esa virtud reside la magia del escritor polaco que, como todos los grandes escritores, consigue que la historia que nos cuenta nos resulte curiosamente familiar. Quizá las mismas historias se repiten sin descanso a lo largo de la historia, con otros actores, en distintos lugares.

Y si hay una historia que se repite más que cualquier otra, es la historia de la maldad, de la crueldad, del egoísmo, de los abusos de poder, del nepotismo… Distintos nombres para una sola conclusión: Rousseau estaba en lo cierto al sentenciar que “el hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad quien le corrompe”. Kapuscinski lo sabía y nos transmitía esta máxima en cada una de sus obras: El Sha, que retrata el régimen iraní de Mohamed Reza Pahlevi; Cristo con un fusil al hombro, un canto a favor de todos aquellos que luchan contra la injusticia; El Imperio, que nos habla de los abusos cometidos durante la Revolución Rusa; La Guerra del fútbol, que recoge diversos conflictos africanos y latinoamericanos; Un día más con vida, donde nos cuenta la descolonización portuguesa de Angola y la guerra civil que asoló aquel país; El Mundo de hoy, en el que reflexiona sobre los acontecimientos más recientes, como el 11-S y el 11-M; o Viajes con Heródoto, donde nos muestra que existen muchos mundos, pero están en éste.

Las obras referidas, al igual que El Emperador, no hacen más que mostrarnos la naturaleza humana, lo crueles que pueden llegar a ser las personas presionadas por las circunstancias, y lo autoritarios, despóticos y perversos que se tornan aquellos que regentan el poder. Pero Kapuscinski consigue relatarlo de tal manera que se nos antoja terriblemente cercano, conocido. Como un buen poema, cada lector le atribuye una interpretación diferente, lo asume como propio.

Pero, El Emperador no es el simple retrato de, como el mismo Kapuscinski lo define, “un personaje simpático, un político perspicaz, un padre trágico, un avaro patológico”; ni siquiera es una descripción directa de ese dictador que “condenaba a muerte a inocentes e indultaba a culpables por simples caprichos del poder”. El emperador es un collage con los testimonios de aquellos que vieron directamente bajo el yugo de Selassie. De quienes respiraron el miedo cada hora de cada día –además agradecidos- bajo los mismos techos de palacio.

El autor consigue conformar así una fotografía exacta del dictador a través de los ojos de quienes convivían con él en palacio. Resuelve la máxima del show, don´t tell (muéstralo, no lo cuentes) en la que tanto han incidido nuestros profesores de la licenciatura de periodismo. Nos muestra las dos caras del último emperador de Etiopía: la de la opinión pública internacional que “presentaba al Emperador como un monarca tal vez un tanto exótico pero valiente, al que caracterizaban una energía inagotable, una mente despierta y una profunda sensibilidad; y la segunda, “que iba formando gradualmente la parte crítica y, al principio, poco numerosa de la opinión pública etíope” y que “presentaba al Monarca como un soberano capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantener su poder y, ante todo, como un gran demagogo y un paternalista teatral, que con sus gestos y palabras enmascaraba la venalidad, la cerrazón y el servilismo de la élite gobernante, por él creada y mimada”, resaltando además que “como suele ocurrir en la vida, ambas imágenes eran auténticas.”

La única crítica que podría hacerse a El Emperador, es que –quizá por un propio exceso de desconfianza innata- algunas descripciones y conclusiones que los testigos aportan son demasiado poéticas como para haber salido por boca de ellos mismos. Quizá Kapuscinski adornara aquellos testimonios con su propia impronta para conformar su propia visión de los hechos. Quizá no. Pero sea como sea, es un viaje que nos acerca a la compleja naturaleza humana. Un viaje que ha de ser recorrido.

Otras miradas…

30 abril 2010 Deja un comentario

Insisten desde la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de la Universidad Miguel Hernández (UMH) –los profesores del área de periodismo, claro- en que para encontrar un hueco en la profesión periodística es primordial encontrar un nicho de mercado que no haya sido abordado convenientemente o que ni siquiera haya sido tratado.

Esta recomendación va ligada a la especialización del periodista como una de las mejores bazas que el profesional de la información puede jugar (junto a la del tilingüismo), y choca de frente con ese viejo adagio al que aludía el pasado año, en una charla ofrecida a los estudiantes de periodismo de la UMH, Mercedes Gallego: “se dice que el periodista tiene un mar de conocimiento de un centímetro de profundidad”.

Ante el vértigo que puede provocarle a cualquiera el poseer un conocimiento holístico del mundo tangible (y del etéreo también), la alternativa de conocer un tema a fondo, parece la elección más adecuada.

Y en definitiva de eso se habló en la ponencia Otras miradas, otras culturas, realizada por Patricia González, Marc Basté y Rosa Jiménez Cano, dentro de las V jornadas internacionales de la UMH. Patricia González Aldea, profesora de la Universidad Carlos III y especialista en medios de comunicación rumanos, aportó su visión sobre los medios enfocados a este colectivo, hablando de paso sobre las preferencias de los rumanos a la hora de informarse, escuchar la radio o ver la televisión.

González Aldea defendió la creación de medios étnicos como alternativa para alejarse de los estereotipos de los medios generalistas; también habló en este foro sobre como los rumanos prefieren medios como Roman in Lume o Romania din Spania (ambos, diarios gratuitos) para informarse (así como la televisión rumana), además de asumirlo como una forma de mantener los vínculos con su país. También abundó en la idea de que tener un diario en el que el colectivo rumano se sienta representado es una forma de tener también representación en la esfera pública.

Sobre las costumbres informativas de los rumanos, Patricia González apuntó, basándose en un estudio de Jessica Retis y en el Estudio de Medios Inmigrantes (EMI), que el colectivo inmigrante apunta un bajo índice de lectura, que prefiere las radios musicales y que ve una media de 1,3 horas la televisión (un porcentaje bajo comparado con la media española). Entre los medios generalistas que más siguen, destacan 20 Minutos, El País, El Mundo, Marca, Tele 5, Antena 3, TVE, 40 Principales, Kiss FM y Cadena Dial.

Por su parte Marc Basté, director general de Novapress, presentó Latino, un diario también gratuito y líder en la audiencia extranjera, ya que es un diario dirigido a latinos residentes en España. Latino se distribuye en Madrid, Barcelona y Levante y la suma de sus ediciones vende casi tantos ejemplares como la revista satírica número uno en España (431.000 lectores semanales). Basté incidió en el negativo tratamiento de la información que los medios generalistas brindan sobre la inmigración, y puso a la iniciativa Latino como ejemplo de una apuesta empresarial con contenidos de calidad que el colectivo latino acoge como un medio que satisface sus necesidades e informa sobre su país.

Cerró la ponencia Rosa Jiménez, periodista de El País, que nos mostró las herramientas que el diario en su versión digital ofrece a todo tipo de colectivos para que se expresen con libertad. Así habló de secciones como La Comunidad o Yo, periodista, que está teniendo una gran acogida entre aquellos que tienen algo que decir, entre aquellos que quieren informar desde otro punto de vista.

En 1998 había en España 637.000 personas de origen extranjero. Es 2008 la cifra ascendía a más de cinco millones, algo más del once por ciento de la población. Rumanos, marroquíes y ecuatorianos conforman los colectivos con más representación dentro de la población española, por lo tanto, es un conjunto de personas que no puede seguir siendo obviado por España. No podemos seguir pensando que son El Otro.

Con paciencia y una caña

17 marzo 2010 Deja un comentario

Entre los muchos debates que surgen en el ámbito periodístico (profesionales, teóricos, estudiantes, etc.), y uno de los más interesantes a mi entender, nos encontramos con aquel que cuestiona el periodismo como reflejo de la realidad. Pero, ¿qué realidad? ¿La del empresario o el banquero que vive para su trabajo? (hacer más dinero) ¿La del currito que trabaja diez horas por mil doscientos euros? (con suerte) ¿La del desempleado, la del camello? ¿La realidad de la meretriz de carretera?

El buen periodismo debería dar voz a todas esas realidades, y en ocasiones lo intenta. Y hasta lo consigue. Pero demasiadas veces el profesional de la información se ve deglutido por el medio para el que trabaja, a menudo diarios, televisiones o radios que no son más que uno de los frentes de grandes empresas periodísticas, holding empresariales gigantestos que esconden más de lo que muestran y se dejan llevar por sus intereses. Por los beneficios.

Esta reflexión nos lleva a una segunda cuestión no menos importante y de la que ya hablábamos en esta entrada hace unos meses: ¿cómo puede el periodista hacer periodismo en un medio convencional?

Pau Llop resolvió el pasado día 10 alguna de estas cuestiones en una charla para los estudiantes de cuarto de periodismo de la UMH, si bien el tema central de su intevención giró en torno a su experiencia como creador de bottup y nxtmedia. Bottup se define en su portada como una red social donde los ciudadanos publican sus propias noticias y donde los periodistas trabajan para ellos; nxtmedia diseña e implementa estrategias de comunicación en medios y redes sociales.

Con la creación de bottup, Pau Llop (gracias grupo 7) da voz al banquero, al empresario, al currito, al camello y a la meretriz y se salta la principal traba que tiene un periodista (el gran medio) para hacer lo que más le gusta: periodismo; con nxtmedia, este periodista demuestra que con visión, perspectiva y decisión, un redactor puede especializarse y destacar, creando su propio empleo y haciendo buen periodismo.

«Hacer periodismo es dar a conocer al ciudadano aquello que alguien no quiere que se sepa”, senaló Pau Llop. Y la función del periodista es que aquello se conozca ¿Qué mejor manera de conseguirlo que dándole voz al ciudadano?

Pero este emprendedor catalán opina que el periodismo no da dinero, que es difícil encontrar empleo y mantenerlo (más 5.000 periodistas  fueron al paro en 2009) y que este oficio no ofrece ninguna estabilidad. Por eso nos muestra internet como la vía donde el periodista (y el periodismo) pueden encontrar el medio ideal donde desarrollarse. Donde el redactor encontrará la libertad de publicar aquello que opina, debe ser publicado; donde la neutralidad de la red, como mantiene Llop «no privilegia ningún contenido por encima de otro».

Pau Llop es un espejo en el que cualquier estudiante de periodismo debería mirarse, que ha visto reconocido su trabajo por Ashoka, una organización mundial que identifica e invierte en ideas innovadoras en manos de emprendedores sociales para impulsar cambios estructurales y duraderos. Que mantiene un medio social en el que se realiza buen periodismo, como explicó en su ponencia, manteniéndose «sin publicidad, sin dinero de nadie, ni hostias»; y que desde la libertad que le proporciona la posición que él mismo ha conseguido, arremete contra los gigantes empresariales (léase teléfonica, google o cualquier gran medio) sin que le tiemble la voz.

Dejad que las noticias se acerquen a mí

26 febrero 2010 Deja un comentario

Resulta que en esto del periodismo hay muchos profesionales, doctores y licenciados que se dedican a investigar los medios; que se preocupan por teorizar, analizar y escudriñar prensa, televisión, radio e internet, intentando dar una visión lo más objetiva posible del periodismo y, si es posible, mejorarlo.

En anteriores entradas analizamos de forma sucinta algunos capítulos de Los elementos del periodismo, muestra de ese análisis al que hacía referencia, pero hoy nos centraremos en el estudio realizado por Ruth Rodríguez-Martínez, Lluís Codina y Rafael Pedraza-Jiménez, que lleva por título Cibermedios y web 2.0: modelo de análisis y resultados de aplicación.

Este estudio parte de la premisa de que internet es cada vez más utilizada por los usuarios para la búsqueda de contenidos, para informarse (más de un 45% de los internautas así lo afirman), y analiza de qué forma los medios digitales han sabido adaptarse a esta realidad y, en particular, a la aparición de los nuevos elementos que configuran la web 2.0.

Para ello han seleccionado cinco diarios españoles, uno inglés, uno francés y uno estadounidense, a saber: ABC, El Mundo, El País, El periódico, La Vanguardia, Le Monde, The Guardian y The New York Times, y han analizado la página principal y todas sus secciones para valorar la calidad de sus contenidos y una serie de indicadores como la accesibilidad, la visibilidad y la popularidad del sitio, o el acceso a la información (búsqueda, hemeroteca, o mapa del sitio). Además también analiza una serie de factores internos como la profundización en la información (hora, autor, enlaces a sección, a hemeroteca o a autor, uso de fotos y material audiovisual, etc.), las herramientas de interacción (blog del sitio o de los usuarios, comentarios, foros…), o la posibilidad de personalizar la información (RSS, alertas, contenidos para móvil, etc.). Por último, el análisis también tiene en cuenta el uso de redes sociales y herramientas 2.0 como youtube, flickr, facebook o Myspace.

Las conclusiones del análisis resuelven que internet se ha convertido en una herramienta ideal para la distribución de noticias (que se lo pregunten a Murdoch) y que por ello, la prensa digital ha aumentado de tal forma que cualquier diario de cierto prestigio también cuenta con su versión on-line. Pero la sola presencia no es sinónimo de éxito ya que la constante evolución de la red obliga a los medios a una renovación constante.

Esta renovación ha sido traducida por los medios digitales en una incorporación de herramientas de interación como las anteriormente descritas (compartir y comentar), y el empleo de canales de personalización (Rss, móvil o correo electrónico), así como la inclusión del medio en plataformas sociales.

En definitiva, se constata una vez más que estamos pasando de una recepción de noticias por parte de los lectores a una interacción entre medios y público. Además, queda patente también que el lector ya no busca las noticias, sino que, cada vez más, utiliza las herramientas a su alcance para selecionar sus interesés y que éstas lleguen a él. Y por último, asistimos a una reinvención constante de la profesión periodística para seguir ejerciendo su labor: informar al público de la mejor manera posible.

Los elementos del periodismo V / The commitment

10 enero 2010 Deja un comentario

Terminamos la serie de entradas dedicadas al libro Los Elementos del Periodismo de  Bill Kovach y Tom Rosenstiel, con el capítulo VIII de este libro: Compromiso y relevancia.

Los periodistas han esforzarse para que el significante sea sugerente (atractivo) y relevante. Este es el principio del periodismo que los autores tratan en el octavo capítulo del libro Los elementos del periodismo. Y es que para informar es necesario mantener entretido al receptor, y como bien dicen los autores, entretenimiento e información no son términos contradictorios. Se entienden mejor si los considermaos como puntos en el continuo de la comunicación.

Porque la responsabilidad del periodista no termina en la oferta de información que al lector pueda serle necesaria, sino hacerlo de una forma amena. Un estudio patrocinado por el Project for excellence in Journalism constata que los informativos que dedican más tiempo a sus noticias (en torno a dos minutos) tienen mejores audiencias. Informar y entretener. Sin duda, un propósito complicado. ¿Cómo conseguirlo?, Eduardo Punset hacía referencia a un estudio -yo no lo he encontrado, podría haber dicho qué estudio era- que afirmaba que los grandes maestros le habían echado en torno a 10.000 horas al área en el que habían destacado. Quizá por ahí vayan los tiros.

Y más en un oficio en el que las habilidades se adquieren, no te las enseña nadie. Afirman los autores del libro que nos ocupa que la profesión periodística no transmite de generación en generación los conocimientos aprendidos. Los peluqueros tienen una tradición educativa más sólida que los periodistas. Una afirmación no muy halagüeña.

Con todo, el periodista debe esforzarse por ser relevante en lo que cuenta con una máxima de compromiso con la verdad y debe hacerlo de una forma amena. A través del ensayo y el error se pulirán todas las impurezas, y por medio de la lectura de aquellos profesionales que más llamen nuestra atención se irá formando el estilo que cada uno busca. Aquel en el que la diferencia entre lo que pensamos y decimos es mínima.

Los elementos del periodismo IV / Ágora

10 enero 2010 Deja un comentario

Comenzamos la penúltima entrada dedicada al libro Los Elementos del Periodismo de  Bill Kovach y Tom Rosenstiel. En ella nos basaremos en el capítulo VII de este libro: El periodismo como foro público.

Desde sus orígenes en el ágora griego hasta nuestros días, cualquier sociedad ha tenido sus foros públicos de discusión. Y como mantienen los autores de Los elementos del periodismo, el periodismo debe proporcionar un foro público para la crítica y el comentario. Pero esos foros deben basarse en los mismos principios que la profesión requiere: veracidad, fidelidad a los hechos y verificación. Intentando no caer en prácticas más propias de sofistas, en el sentido peyorativo del término, o de nihilistas.

Porque si bien el periodista, en la formación de una opinión pública, está capcitado para opinar sobre los hechos noticiosos que concurren en la actualidad, es necesario que huya de posiciones extremas, ya que esta manera de desempeñar su función periodística no constituye un servicio público, más bien excluye a la mayor parte de los ciudadanos. Por ello es importante que el foro público creado en los medios incluya las amplias zonas de consenso a las que pertenece la mayor parte de la ciudadanía. Entre el blanco y el negro hay una amplía gama de grises.

Pero en una época en la que hemos cambiado las chateos en el bar por las chateos en la red, el intercambio social también ha variado. La tecnología ha propiciado que los medios de comunicación tengan un mayor feedback con sus oyentes/ lectores/ espectadores y que estos medios tengan una mayor información sobre lo que interesa al ciudadano. Paradójicamente, en lugar de utilizar esta tecnología para contarnos más y mejores historias, dedican sus espacios cada vez a menos temas, con menos verificación y rigor. La tecnología no nos libera, nos convierte en cautivos.

Proliferan por doquier los programas de corte opinativo extremo. Contertulios exaltados que convierten ese espacio de debate en una pelea de bar. Un pseudoperiodismo que la escritora Deborah Tannen ha llamado la cultura de la polémica. Pero este auge no se debe a que las audiencias prefieran este tipo de enfrentamientos, sino que resulta más barato para las empresas periodísticas. Otra vez nos encontramos con el mismo problema: el periodista no puede ejercer su labor de una forma correcta si no es auspiciado por el dinero de terceros; y otra vez salta a la vista la solución: el periodista que desee ejercer su profesión de una forma correcta y profesional, cada vez más debe buscar la financiación por otras vías, ya comentadas en el post anterior.

Los elementos del periodismo III / ¡Cuidado que te veo!

10 enero 2010 1 comentario

Continuamos con la tercera de las entradas dedicadas al libro Los Elementos del Periodismo de  Bill Kovach y Tom Rosenstiel. En ella nos basaremos en el capítulo VI de este libro: Vigilar al poder y dar voz al que no la tiene.

Y es que esa es una de las causas de que al periodismo se le denomine como el cuarto poder, la observancia de los poderosos y la denuncia de casos de aquellas personas que no pueden alzar su voz. Podemos leer en el sexto capítulo de este libro -que se refiere al periodismo estadounidense, pero que es extrapolable también a España, desde mi punto de vista- que el gran asalto del periodismo como observador y denunciante tuvo su origen en 1964, con la concesión del premio Pulitzer, en la categoría de periodismo de investigación, al Philadelphia Bulletin -hoy sin edición en papel- por desvelar que los agentes de policía de Filadelfia estaban implicados en la organización de una lotería clandestina. Aunque yo me pregunto si no sería la misma organización de los premios quien incentivó el surgimiento de este tipo de reportajes y no ese reportaje en sí.

La cuestión es que con ese tipo de periodismo en auge se iniciaba una nueva era en la prensa estadounidense. Ocho años después, Woodward y Bernstein reafirmaban con el caso Watergate el periodismo de investigación y, con el tiempo, los diarios consolidaron su actividad investigadora como un principio fundamental de distinción con otros medios. Hoy, nueve de cada diez periodistas creen que la prensa «evita que los líderes políticos hagan cosas que no deben hacer» (me gustaría que me presentaran al que no lo cree).

Se distiguen tres tipos básicos de periodismo de investigación: periodismo de investigación original, periodismo de investigación interpretativo e información sobre investigaciones que ya están en curso. En cualquiera de sus formas, la función se resume en vigilar a los escasos poderosos de una sociedad en representación de los muchos que no lo son y en muchísimas situaciones estas denuncias derivarán en las acciones judiciales correspondientes. Por ello, el periodista debe tener cuidado para no convertirse en la herramienta de intereses de las fuentes consultadas.

Pero este tipo de periodismo es caro y en demasiadas ocasiones se disfrazan de periodismo de investigación reportajes sobre estilos de vida, consumismo, salud o famosos y se obvian temas como economía, educación o política exterior. Porque casi siempre, quien paga quiere ver traducida su inversión en más ejemplares vendidos o en mayores cuotas de audiencia.

Y es por esa razón por la que desde 1990 vienen surgiendo iniciativas que buscan la independencia investigadora del periodista, al margen -o por lo menos no tan pendientes- de la productividad: el Center for Public Integrity fundado por Charles Lewis (ex productor de 60 Minutes); el Fund for investigative Journalism que ofrece becas a reporteros freelence que desarrollan su labor sin el amparo de los grandes medios; el Open Society Institute de la Soros Foundation becando también para reporteros que se centran en la justicia criminal; la iniciativa de David Burnham que desarrolla programas informáticos que facilitan a los profesionales la consulta de archivos oficiales; o la página web donde Morton Mintz escribe, Tompaine.com, una página sin ánimo de lucro en la que se examinan cuestiones que no tienen cabida en los medios de comunicación al uso.

Lo que cada vez está más claro es que si el periodista quiere ser fiel a los principios fundamentales en los que se sustenta su profesión, la tendencia debe ser depender menos del empresario que pone su dinero y empezar a ponerlo uno mismo, ya sea individualmente con propuestas frescas e innovadoras, ya sea por medio de asociaciones, o buscando alternativas a los medios de comunicación al uso. Un recuerdo para soitu.

Los elementos del periodismo II / Me lo creo porque me lo cuentas tú

10 enero 2010 1 comentario

Proseguimos la serie de cinco entradas sobre la obra Los Elementos del Periodismo de  Bill Kovach y Tom Rosenstiel. Esta segunda entrada se refiere al capítulo IV de este libro: Periodismo de verificación.

Uno de mis profesores de la licenciatura de periodismo desencadenó en 2008 una polémica por publicar en su blog unas declaraciones de Alex Grijelmo que pidió un off the record en un foro público después -ésta es la palabra clave- de haber largado lo que tenía que haber callado. Por suerte había documentos sonoros que apoyaban lo mantenido por este profesor y además, González Esteban había acudido a esa conferencia, no se lo habían contado, no dependía de ninguna fuente para mantener sus afirmaciones.

Pero que el periodista se encuentre en el lugar de los hechos es tan solo uno de los supuestos -el menos usual- a la hora de elaborar una noticia. Por regla general, la información estará subordinada a una o varias fuentes y del proceso de verificación al que el periodista someta esas informaciones dependerá la fiabilidad de lo que escribe. De lo que mantiene. Y parafraseando a los autores del libro que estamos aquí desgranando: la esencia del periodismo es la disciplina de verificación, porque únicamente el periodismo se centra en el relato fidedigno de los hechos.

Porque al fin y a la postre, como mantiene Phil Meyer, el periodismo y la ciencia tienen las mismas raíces intelectuales, porque una vez asumida la objetividad en el oficio periodístico como una quimera, debemos entendarla como una serie de técnicas que guían al periodista en el desarrollo y verificación de su trabajo. Es decir, el periodista debe ser exhaustivo a la hora de verificar que las informaciones a las que tiene acceso son fidedignas.

Además de esa exhaustividad, tampoco está de más seguir los preceptos que Bill Kovach y Tom Rosenstiel nos regalan en Los Elementos del Periodismo: Nunca añadas nada que no esté; nunca engañes al lector; sé lo más transparente posible con tus métodos y motivos; confía en tus propias investigaciones; y haz de tu profesión humildad.

Puede que a primera vista parezcan perogrulladas, pero no es lo mismo decirlo que llevarlo a cabo y siempre es necesario que existan profesionales que nos adviertan de los peligros que entraña la profesión periodística, de los errores que acechan a la vuelta de la esquina, de todas y cada una de las situaciones en las que un periodista puede no hacerlo del todo bien, para que lo tengamos siempre presente. Para ser lo más transparentes y profesionales que nos sea posible.