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The Whistleblower

6 enero 2010 Deja un comentario

Si hacíamos mención en la anterior entrada a las posibles motivaciones que llevaron a Mark Felt (garganta profunda) a convertirse en la fuente anónima más conocida de la historia del periodismo, mucho más controvertidas pueden ser las razones que llevaron a Jeffrey Wigand  a servir como fuente exclusiva del periodista  Lowell Bergman para destapar uno de los casos más sonados de los últimos veinte años, poniendo así en conocimiento de la opinión pública las prácticas de las industrias tabaqueras y la manipulación que éstas realizaban (¿realizan?) en los efectos de la nicotina. En cualquier caso, sólo Wigand conoce la verdad, aunque bien es cierto que son las acciones individuales las que marcan la diferencia. Las motivaciones personales son multívocas y extrañas la mayoría de las veces. Cada palo que aguante su vela.

Lo que sí parece más clara es la razón que impulsó Bergman a enfrentarse con los directivos de su cadena para que la entrevista llevada a cabo y la información que se manejaba en ella llegara a ver la luz. Y esa razón no es otra que  uno de los elementos fundamentales del periodismo: El periodismo debe lealtad ante todo a los ciudadanos.

En el caso de Jeffrey Wigand confluyen varios factores singulares: la figura de un informante exclusivo que posee una información privilegiada (aunque el asunto fue tratado también por Vanity Fair); un periodista que pondrá toda la carne en el asador para proteger a su fuente y la entrevista estrella de su reportaje (si bien circulan versiones diferentes a las tratadas en la película El Dilema);  unos enemigos con muchísimo poder en todas las esferas; y unos directivos que por miedo a una demanda multimillonaria dejan a su redactor con el culo al aire y se quitan de un plumazo el problema simplemente mirando para otro lado.

La organización redaccional en este caso está más que clara. Es cristalina. En la cúspide de una enorme pirámide se encuentran los directivos e inversores que lo único que persiguen son los beneficios de la cadena y se pasan por el arco de triunfo todas esas memeces (eso iba en tono sarcástico) de que el propietario / la empresa periodística deben comprometerse en primer lugar con el ciudadano o que los periodistas tienen la última palabra sobre las noticias.

Para finalizar mis impresiones sobre este caso en concreto diré que el visionado de una adaptación cinematográfica sobre un hecho real (El Dilema) no es suficiente para valorar los hechos acontecidos y mucho menos si existen voces que se alzan para advertirnos sobre tergiversaciones de la realidad.

Y como siempre hay alguien mucho más inteligente, os dejo este enlace que hace una serie de valoraciones a raiz del argumento de la película El Dilema, realizadas por el profesor Jose Manuel Rivas Troitiño, aquí.